2025
Alejandra Hernández
24 de julio
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Sus obras no se pintan: se descargan. Surgen de encuentros intuitivos y sensoriales con entidades botánicas y fúngicas, como los psilocybe cubensis o el árbol borrachero, aliados naturales que abren portales hacia dimensiones simbólicas profundas. Aquí, este diálogo inter-especie va más allá del viaje psicodélico tradicional, la artista nos revela un mapa más complejo: la experiencia de la maternidad como estado visionario.
Stanislav Grof, al describir la Cosmic Unity Experience, habla de una “trascendencia de la dicotomía sujeto-objeto, una afectividad excepcionalmente positiva, una sensación especial de lo sagrado y una abundancia de percepciones con relevancia cósmica”. Alejandra, en su recorrido pictórico y vital, encarna esta experiencia. La gestación, el parto y la crianza son estados alterados del cuerpo y de la mente que transforman profundamente la identidad. “Los estados psicodélicos del cuerpo y la mente nos ofrecen un mapa para navegar de un estado del ser a otro: una transición, vivida desde el cuerpo femenino que no solo revela un sentir sino que lo hace visible, táctil y sagrado.
Obras como Portal o La emperatriz no pretenden ilustrar la maternidad: la canalizan. Nos muestran cómo el cuerpo puede ser umbral entre planos, contenedor de vida y de visión. Mensaje, en cambio, explora el espacio onírico, el ojo interno que se abre en la noche, guiado por plantas protectoras como el Tijiki y símbolos antiguos como la flor de loto azul. En Visión, ese ojo ya no solo ve, sino que devuelve la mirada: la pintura observa al espectador y lo invita a entrar a una dimensión compartida.
Campo de visión se compone de nueve pinturas que se viven desde la experiencia sensorial (y por qué no, espiritual). La artista nos propone un recorrido donde las imágenes son entidades vivas, portales y espejos a la vez. En este viaje, la maternidad no es una temática, sino el corazón del proceso, la experiencia psicodélica por excelencia: una transformación radical de identidad, una apertura a lo sagrado cotidiano.
Este campo de visión es, un espacio de tránsito entre mundos: entre el individuo y el colectivo, entre lo humano y lo vegetal, entre el aquí y el más allá. Es una invitación a ver desde una conexión del sentir, a dejarse ver, y a reconocer que hay otras formas de habitar el mundo, más cercanas al misterio, más abiertas al asombro.
Paula Builes