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Estudios para un horizonte inestable
2023


Pedro Montilla

18 de febrero 28 de abril  
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Poéticas elementales es el resultado de una serie de preguntas que los artistas Daniela Serna y Edwin Monsalve se plantean frente a las gramáticas visuales que han acompañado su trabajo artístico. En este sentido, más que asumir una pregunta por el medio, lo que buscan ambos artistas —Serna desde lo gráfico y Monsalve desde lo pictórico— es establecer como ejes transversales de investigación, aquello que consideran esencial y fundamental de cada lenguaje, como punto de reflexión formal y conceptual de sus búsquedas visuales.

En su investigación, Daniela Serna ha abordado la palabra como el detonante para movilizar preguntas en torno a la lectura y a los modos en que cada lector se acerca al texto escrito. En este sentido, le interesa abordar la palabra desde lo visual, entendida como un dibujo cargado de unidades mínimas o grafemas; pero además como signo, dotada de contenidos semánticos vinculados al contexto y a las experiencias de cada lector. Para este proyecto toma como punto de partida los palíndromos —aquellas expresiones que son iguales si se leen de izquierda a derecha o derecha a izquierda— y explora el valor gráfico de estas palabras que, como imágenes de ida y vuelta, le permiten jugar con nociones como la simetría, lo especular, la duplicidad, lo positivo y lo negativo, lo oscuro y lo claro, lo visible y lo que se vela.

En el caso de Edwin Monsalve, la pintura ha sido el medio traductor de las prácticas artísticas que ha desarrollado hasta la actualidad. Sin embargo, es la primera vez que desarrolla intencionalmente un proyecto en el que el interés está enfocado en el medio mismo, es decir la pintura.  Es así que Monsalve, partiendo de la elementalidad misma que la define (el uso del color), propone una serie de composiciones y combinaciones de colores aparentemente abstractas o aleatorias, pero que están intrínsecamente ligados tanto a la experiencias de su práctica profesional como a sentimientos y recuerdos que generan, en la mayoría de los casos, atmósferas cromáticas derivadas de memorias y emociones personales y que, vistas en su conjunto,  constituyen un lenguaje con infinidad de historias.

El color entonces se convierte aquí en el elemento disuasivo de lo que se ve, a la vez que es el elemento detonante del ejercicio pictórico. Vale recordar que, el color ha sido fundamental desde que los primeros homínidos extrajeron ocre del suelo y aplicaron pigmento con grasa animal a las paredes de las cuevas. Comenta Eva Heller, que conocemos muchos más sentimientos que colores. Por eso, cada color puede producir muchos efectos distintos, a menudo contradictorios. Un mismo rojo puede resultar erótico o brutal, inoportuno o noble. Un mismo verde puede parecer saludable, venenoso o tranquilizante. Un amarillo, radiante o hiriente… Ningún color carece de significado. Su efecto está determinado por su contexto. Los colores y los sentimientos no se combinan de manera accidental, sus asociaciones no son cuestiones de gusto, sino experiencias universales profundamente enraizadas desde la infancia en nuestro lenguaje y nuestro pensamiento.