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Boom
2019


Cristina Castagna

1 de agosto  15 de septiembre
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La mirada de Laura Montoya está siempre puesta en la naturaleza y en sus formas, pero a diferencia del botá nico, quien busca clasificarla, la artista ve en ella la posibilidad tanto de perderse en las innumerables figuras sugeridas del vaivén impredecible de las plantas, como de hacer de la mirada un gesto activo a través del trazo, en el cual lo allí sugerido se convierte en los primeros vestigios que la imaginación usará para dar vida a nuevos seres.

Así, yendo un paso más allá que el botá nico, la artista reclama el detalle exhaustivo para el dominio de la imaginación. De este modo, lo que una vez fueron "dibujos desechados por la naturaleza" ahora encuentran nueva vida en sus manos, en donde pesonajes fantásticos pululan constantemente en medio de esta danza erótica de plantas- hombres-criaturas.

En este proyecto se encuentran dibujos que juegan con la transparencia y la superposición del papel, en donde las manchas y formas de las capas inferiores sugieren a las superiores nuevas figuras, generando ramificaciones inesperadas de plantas que mutan en improbables especies, mujeres y hombres, algunas buscándose y otras desvaneciéndose en la abundancia del mundo vegetativo al que pertenecen.

Se observan, también, grabados de raíces y hojas secas cuyas líneas se expanden a través del dibujo y su superposición, sugiriendo rostros, especímenes marinos e incluso algunas picardías. Estas líneas, a su vez, parecen ser la continuación de esqueletos o anatomías miméticas de insectos que nacen del ensamblaje de los remanentes secos de las plantas que va tomando Laura Montoya en el camino.

La raíz, que va creciendo espontá neamente y haciéndose cada vez más compleja, sirve aquí como analogía del dibujo, que de la simpleza de su primer trazo, crece y se complejiza hasta convertirse en la
estructura fundamental de la composición: aquello por lo que se forma y por lo cual vive. Tal como la semilla se convierte en la planta singular que es en el azar de su hacerse, la línea, como constante trazo aleatorio, poco a poco va asemejá ndose a todo un ecosistema: el mundo mismo de las formas posibles contenidas en su extensión, en cuyo movimiento van naciendo y deshaciédose seres imposibles, dando a entender que ella no se detiene, que es lo ú nico que se extiende a través de ellos, que en realidad todo lo es ella misma.

Gonzalo A. Montaño G.