Viaje estático
Cada volcán tiene un lugar, una forma y un trazo. Estas cualidades registran la esencia particular de cada volcán en sus múltiples temporalidades; testimonios del carácter en que las montañas de fuego modulan la liberación de materia y energía mientras perturban el entorno sensible. Con cada erupción el volcán se dibuja a sí mismo como territorio líquido, más que humano, capaz de transformarse y transformar. La acuarela y la cerámica materializan, por fin, los secretos ocultos, las transmutaciones de fundidos en espumas, líquidos en vidrios, fluidos en atmósferas, lavas en piedra, cristales en cenizas, magmas en paisajes, suelos en organismos; las rutas son infinitas. Más allá de percibirlo como fuerza devastadora o catastrófica, el Acto Volcánico se nos revela como un orgasmo cósmico potenciador de vida, de nuevos sustratos y de nuevas posibilidades. Así, la obra se nutre de lo impredecible. El arriba es al abajo, como el adentro al afuera, el silencio al sonido, la luz a la noche, el presente a la memoria, el pasado al futuro. Nada puede ser percibido sin la existencia del otro y sin que esa otredad reciba lo que vamos siendo.
Ante el encuentro con las fuerzas volcánicas y liberadoras como proceso creativo, nace espontáneamente el ritual. Para acercarse y conocer, hay que pedir permiso mientras nos rendimos ante la belleza: la otra cara del peligro.
Natalia Pardo
Vulcanóloga Ph.D.
Artista
Viaje estático
Cada volcán tiene un lugar, una forma y un trazo. Estas cualidades registran la esencia particular de cada volcán en sus múltiples temporalidades; testimonios del carácter en que las montañas de fuego modulan la liberación de materia y energía mientras perturban el entorno sensible. Con cada erupción el volcán se dibuja a sí mismo como territorio líquido, más que humano, capaz de transformarse y transformar. La acuarela y la cerámica materializan, por fin, los secretos ocultos, las transmutaciones de fundidos en espumas, líquidos en vidrios, fluidos en atmósferas, lavas en piedra, cristales en cenizas, magmas en paisajes, suelos en organismos; las rutas son infinitas. Más allá de percibirlo como fuerza devastadora o catastrófica, el Acto Volcánico se nos revela como un orgasmo cósmico potenciador de vida, de nuevos sustratos y de nuevas posibilidades. Así, la obra se nutre de lo impredecible. El arriba es al abajo, como el adentro al afuera, el silencio al sonido, la luz a la noche, el presente a la memoria, el pasado al futuro. Nada puede ser percibido sin la existencia del otro y sin que esa otredad reciba lo que vamos siendo.
Ante el encuentro con las fuerzas volcánicas y liberadoras como proceso creativo, nace espontáneamente el ritual. Para acercarse y conocer, hay que pedir permiso mientras nos rendimos ante la belleza: la otra cara del peligro.
Natalia Pardo
Vulcanóloga Ph.D.